domingo, 17 de febrero de 2008

Sobre las familias de los mineros de Pasta de Conchos


'Recuperen sus restos'


Publicado en Enfoque - Reforma


Por Laurence Pantin


(17-Feb-2008).- "No lo puedo dejar allí", dice entre sollozos María del Refugio López al referirse al cuerpo de su esposo, José Isabel Minjares, prisionero de uno de los túneles de la mina Pasta de Conchos, donde falleció junto con otros 64 mineros, tras la explosión del 19 de febrero de 2006.
La necesidad de darle a José Isabel una sepultura digna es lo que motivó a María del Refugio a montar su tienda de campaña el domingo pasado afuera de las oficinas del Grupo México, junto con familiares de otros de los 65 mineros cuyos restos faltan rescatar.
"No queremos dinero", aclara Alma Lorena Álvarez, hermana de otro minero de nombre Jesús, "lo único que queremos es que nos entreguen lo que es de nosotros, el rescate de nuestros seres queridos, lo que quede de ellos".
Las viudas aún no perciben su pensión porque Grupo México presentó un amparo para no tener que pagar parte de las pensiones que el IMSS se niega a cubrir completamente porque la empresa registraba a sus trabajadores con un sueldo inferior al que recibían realmente, explica Elvira Martínez, esposa del fallecido Jorge Vladimir Muñoz Delgado.
Pero no es lo que vinieron a pelear en este plantón, insiste.
Después de recuperar los cuerpos, lo que buscan los familiares de los mineros es que se haga justicia y se castigue a los responsables del accidente.
Pese a que los representantes de Grupo México prometieron no descansar hasta sacar de la mina los restos de todos los trabajadores, la empresa decidió dar por terminado el rescate el 4 de abril del 2007, oficialmente porque las condiciones eran inseguras y ponían en riesgo la vida de los rescatistas.
Los familiares afirman que la verdadera razón por la que la empresa no siguió con la recuperación de cuerpos es que podría revelar su responsabilidad en el accidente y en el fracaso del rescate.
"Ellos saben que los hubieran podido rescatar desde un principio", opina María Trinidad Cantú, madre del minero Raúl Villasana Cantú, "pero si salen ellos, los huesitos van a hablar de qué fallecieron".
Según Alma, cuyo esposo trabajó en las labores de rescate, los ingenieros que bajaban a la mina llegaron incluso a ver algunos de los cuerpos. "Al momento de que entran los ingenieros, ¿por qué empezaron a poner una malla?", pregunta. "Para que nadie pudiera pasar por allá. Para que se hayan salido vomitando los ingenieros es porque los vieron. Y los trabajadores comentaban de unos olores fuertes que se sentían allí".
Alma espera que el plantón, instalado días antes de que se cumplan dos años del accidente, sirva para presionar al gobierno para que obliguen a todas las empresas mineras del país a garantizar medidas que resguarden a sus trabajadores.
Sin embargo, considera que hasta la fecha las autoridades no han respondido a las demandas de los familiares.


Incumple Lozano

Alma recuerda cuando se reunieron con el secretario del Trabajo, Javier Lozano, el 20 de septiembre de 2007. Después de prometer que unos peritos contratados por la secretaría entregarían un informe el 19 de septiembre sobre la posibilidad de emprender nuevamente labores de rescate en Pasta de Conchos, Lozano recibió a los familiares para avisarles que los peritos habían pedido una prórroga. Se había comprometido a estar solo en la junta, a cambio de que los familiares vinieran sin sus asesores. Sin embargo, el secretario estaba acompañado de una mesa llena de subalternos.
"Le dije: 'disculpe, usted dijo que iba a estar solo. Entonces, ¿por qué tiene toda esa gente aquí?'. Y dijo: 'Es que aquí mando yo. Las condiciones las pongo yo'. Nos paramos y nos salimos", narra Alma.
Pese a las condiciones difíciles que tienen que enfrentar al tener su campamento en una acera de la colonia Polanco, bajo la vigilancia de una decena de policías que resguardan la entrada del edificio del Grupo México, los familiares de los mineros dicen estar determinados a mantener el plantón hasta que se reanuden las labores de rescate.
Las nueve tiendas de campaña están protegidas por una gran carpa blanca, pero ésta no aísla a sus ocupantes del frío nocturno. Las mujeres tienen que privarse de tomar agua para no tener que ir al baño, ya que la tienda donde iban a usar el sanitario les negó el acceso después de dos días de plantón.
Pero, para Elvira, lo más duro de participar en el movimiento es tener que dejar a sus tres hijos. Estima que pese a estar al cuidado de sus abuelos, se ven afectados por la situación. "A la grande, le dijo una vez mi mamá: 'mira que tu mami está haciendo esto por tu padre'. 'Sí, mi mami siempre vio primero por él. Y ahora que él se fue, mi papi también se la llevó porque ya no está aquí con nosotros'", cuenta.
"Tenemos a veces que sacrificar muchas cosas, y es donde más te duele porque tus hijos siguen sufriendo. Y estos señores, los empresarios, son gente insensible que no piensan en eso".
El recibir el apoyo de algunos transeúntes, como él de Fitzia Mendialdua, quien se paró a expresar su admiración por su movimiento, es lo que ayuda a las mujeres a mantener la esperanza.
A veces María del Refugio siente la tentación de resignarse, pero el no tener el cuerpo de su esposo no la deja vivir.
"Mi esposo se quedó en la propiedad privada de Minera México", asevera, "es lo que nos recalcan siempre, que nosotros, al estar en la mina, estamos en una propiedad privada. Les digo: 'también mi esposo era privado, era mío y no me lo han entregado'".


Viva Voz

"Hay trabajadores que les dijeron a los ingenieros que no se podía bajar porque había mucho gas (el día de la explosión). Y sin embargo, así los bajaron. ¿A qué los bajaron? ¿A asesinarlos? Porque, para nosotros, es un asesinato lo que hicieron".
Alma Lorena Álvarez Flota
Hermana de minero

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